Ritos iniciales de la Eucaristía

Eucaristía, centro de la vida cristiana

La finalidad de los ritos iniciales es que los fieles reunidos constituyan una comunidad, que se dispongan a oír como conviene la palabra de Dios y a celebrar dignamente la Eucaristía. Esto requiere unas condiciones previas de puntualidad y silencio para poder fomentar esas disposiciones. La misa consiste en dos polos esenciales e inseparables: la mesa de la Palabra y la mesa Eucarística. Llegar tarde a la mesa de la Palabra sin escuchar el Evangelio sería no participar propiamente en una misa. También el ayuno eucarístico se inscribe en esta línea: nos abstenemos de otros alimentos una hora antes, para poner de relieve la excelencia del alimento eucarístico.

Rito de entrada
La procesión de entrada es un signo de la asamblea se congrega y camina. Está presidida por el celebrante principal, quien representa a Jesucristo. Esta procesión se solemniza en algunas ocasiones por medio del incienso, la cruz, los candeleros, el evangeliario. Por este motivo nos ponemos de pie, para acoger a Cristo en medio de la asamblea.
«El fin del canto es abrir la celebración, fomentar la unión de quienes se han reunido, y elevar sus pensamientos a la contemplación del misterio litúrgico o de la fiesta.» OGMR 25
Esta unidad de la comunidad cristiana se simboliza y actúa mejor cuando estamos también físicamente unos junto a los otros y no demasiado dispersos. Puesto que en el altar se realiza el sacrificio eucarístico y es un símbolo de Cristo, sacerdote, víctima y altar, el sacerdote besa el altar y en ocasiones solemnes también lo inciensa.

Signación
El sacerdote, junto con los fieles, se signa con la señal de la cruz mostrando así que se trata de una asamblea eclesial, convocada por el Dios trinitario y en su presencia.

Saludo del celebrante
El sacerdote extendiendo las manos —como cuando Cristo resucitado mostró sus manos traspasadas a los discípulos— manifiesta a la asamblea reunida la presencia del Señor resucitado: «La paz esté con vosotros» (Jn 20, 19. 26). «La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo estén siempre con todos vosotros» (2 Cor 13, 13). «El Señor esté con todos vosotros» (2 Tes 3, 16).

Acto penitencial
Como Moisés se descalzó ante la zarza ardiente al percibir la presencia divina, así también nosotros nos ponemos en la presencia de Dios y reconocemos los actos que voluntariamente nos han separado de Él y le pedimos perdón en vistas a nuestra participación en la Eucaristía: «Así, pues, que cada cual se examine, y que entonces coma así del pan y beba del cáliz» 1 Cor 11,28.
La absolución que pronuncia el sacerdote no tiene la eficacia propia del sacramento de la Penitencia. En otras palabras, esta confesión no sustituye la confesión sacramental. Con la misma actitud de súplica que dirigió el ciego Bartimeo a Jesús («Hijo de David, ten piedad de mí» Mc 10, 47), con voz alta y fuerte dirigimos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo esta misma invocación. En determinados periodos del año se subraya o se sustituye este elemento con otras fórmulas: aspersión del agua, encender cirios de Adviento…

Gloria
El ‘Gloria a Dios en el cielo’ es un antiquísimo y venerable himno con que la Iglesia, congregada en el Espíritu Santo, glorifica a Dios Padre y al Cordero y le presenta sus súplicas. Sus primeras palabras recuerdan el himno de los ángeles en
el portal de Belén (Lc 2, 14).

La oración colecta
Oremos: el sacerdote, juntamente con la asamblea, permanece un tiempo en silencio para formular interiormente sus súplicas. El sacerdote, recogiéndolas (collecta: ‘reunión’), di

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