Para mi la vida es…

¡Cuántas respuestas posibles para esta afirmación!

Tantas como personas hay en el mundo: la familia, el amor, la felicidad, el consumo, el placer, el trabajo, la comida, el dinero, la religión, la misa de los domingos, etc. Pero bien sabemos que solo hay una respuesta perfect y esa es la que san Pablo nos recuerda en una de sus cartas: «Para mí la vida es… ¡Cristo!». ¡Qué fácil pronunciarla, pero qué difícil vivirla!

Para llegar a esta afirmación no sirve sólo el creer, sino el vincularse de tal modo a Cristo que toda nuestra vida gire en torno a Él y sobre Él. Para llegar a esta afirmación es necesario, literalmente, enamorarse de Cristo en tal manera que como unos enamorados tengamos la necesidad imperiosa de dárselo todo al otro, de vivir con su misma vida. No son palabras «espiritualoides», es que el cristiano debe ser lo que es o no es nada, o ama a Cristo con todas sus fuerzas o no es nada, o como nos diría nuestro Arzobispo: «Dios o nada».

Karl Rahner (1904-1984) es para muchos el mayor teólogo católico del siglo XX y a la vez el más “espiritual”, es decir, el que mejor une teología y vida según el Espíritu. Junto a otros varios es uno de los padres del Vaticano II por la influencia que sus escritos tuvieron en aquel acontecimiento eclesial. Pues bien, este gran teólogo de la Iglesia escribió: «La nota primera y más importante que ha de caracterizar a la espiritualidad del futuro es la relación personal e inmediata con Dios. Esta afirmación puede parecer una perogrullada; sin embargo, actualmente está muy lejos de ser algo que cae de su peso».

«Cabría decir que el cristiano del futuro o será un ‘místico’, es decir, una persona que ha ‘experimentado’ algo o no será cristiano. Porque la espiritualidad del futuro no se apoyará ya en una convicción unánime, evidente y pública, ni en un ambiente religioso generalizado, previos a la experiencia y a la decisión personales».

Dicho con otras palabras, podríamos decir que el cristiano de hoy o se enamora de Cristo o le será imposible vivir evangélicamente, ya que en un mundo de globalización, de comodidades y placeres, de facilidades e, incluso, permitidme que lo diga, de libertinaje, o vivimos a contracorriente, es decir, el Evangelio, o la corriente de lo puramente mundano nos arrastrará hasta llevarnos al mar de la disolución.

Por eso, en este tercer curso del Proyecto de Edificación Pastoral (PEP) que vamos a comenzar próximamente, vamos a centrarnos en lo primordial, que es encontrarnos con Cristo, para poder después cumplir con nuestra misión, insisto fundamental, de mostrar a nuestros hermanos la figura de Cristo, no como un ser histórico, sino como alguien que vive a nuestro lado y que, como a aquellos apóstoles, hoy nos invita a seguirle y a vivir en Él. Una invitación a ser conscientes de que el cristiano debe salir de la tibieza y la mediocridad, redescubrir que la fe es acción, fidelidad, seguimiento, esfuerzo y sacrificio, es salvación y felicidad completa. Una invitación a seguir madurando en nuestra relación con Él para que lleguemos a exclamar eso mismo que señalaba al comienzo: ¡Para mí la Vida solo es Cristo!
El pasado jueves nos reunimos el Consejo Pastoral para dar comienzo a la preparación del inicio de este nuevo curso, con ilusión y esperanza, y reconociendo la acción del Espíritu Santo en medio de nuestras limitaciones. Nos pusimos en las manos de Dios para que entre todos sigamos construyendo, edificando, una Comunidad ante todo misionera, porque, si lo somos, querrá decir que vivimos ciertamente la presencia de Cristo en nuestra vida. Deseamos que nuestra Comunidad sea también expresión de esa afirmación de san Pablo: ¡Para nosotros, para nuestra Comunidad, la vida es Cristo!

VUESTRO PÁRROCO

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